15 de marzo de 2010

Tribus, bailes y fiestas

¿Os habéis fijado hacia dónde abren las ventanas en España? Generalmente hacia dentro, es decir, las hojas quedan dentro de la casa. Pues en Nairobi no: aquí las ventanas abren hacia fuera y las hojas quedan colgando sobre la calle. Quizás sea un detalle sin importancia, pero si os paráis a pensarlo, esto tiene una consecuencia inmediata: las rejas, que aquí abundan, no están como en España en la parte de fuera de las ventanas, más allá del cristal, sino en la parte de dentro. Es decir, mientras que en España tienes que abrir la ventana para tocar la reja, en Nairobi (no sé si en el resto de Kenia también) tienes que pasar la mano a través de la reja para abrir la ventana. Como resultado, limpiar la parte de fuera del cristal es asaz complicado, mientras que en España es facilísimo. Y otra consecuencia más bien directa: al estar la reja en la parte de dentro de la ventana y abrirse ésta hacia fuera, el alfeizar queda anulado. O lo que es lo mismo, es prácticamente imposible adornar las ventanas con maceteros y sus correspondientes flores.

Sí, sé que sólo es un detalle, pero nos hemos puesto Natalia y yo a pensar por qué esto es así. Puede ser que sea porque las habitaciones son pequeñas, pero yo me decanto porque la sensación de seguridad que da a estas gentes es mayor. Porque el problema de la seguridad, como ya os he contado, es claramente prioritario en Nairobi: las viviendas, los negocios, los colegios, las oficinas parecen castillos. Algo que va en contra de cualquier tipo de estética arquitectónica: un edificio puede ser muy bonito, pero si lo cubres de rejas, vallas, alambres espino y verjas electrificadas, lo que era bello se convierte en sórdido. Y, claro, ya ni siquiera buscas la belleza en la construcción. Así los edificios en Nairobi son feos y la impresión de mezquindad es constante.

Eso sí, tienen la inmensa suerte de que la vegetación es claramente exuberante y, ya os conté, la luz es especial, los colores son intensísimos, vívidos. Pero, volviendo al principio, no lo aprovechan porque no pueden poner flores en las ventanas.

Y después de esta digresión más o menos extraña y seguramente exagerada, os pido disculpas por haber estado dos semanas sin escribir. No tengo excusa, así que os comienzo a contar y así espero que podáis olvidarlo.

Pues bien, aquí de lunes a viernes, como era previsible, nuestra vida se ha convertido más o menos en rutinaria: el trabajo, el estudio, las gestiones, no dejan mucho tiempo para pasear o viajar, para conocer aún más este país extraño y esta ciudad tan distinta. Pero tenemos la suerte de que los fines de semana no paramos: nuestros ya amigos A. y W. quedan con nosotros, nos presentan a más gente, nos llevan y nos traen y da mucho gusto el haberlos conocido y el tratar con ellos. Además, hemos tenido el placer de conocer a una catalana que vive aquí con un keniano, pero de eso ya os hablaré más adelante.

Hace dos semanas y pico, o sea tres fines de semana, fuimos invitados a un bautizo. Como todo aquí empezó tarde, pero lo que más nos llamó la atención es que algunos de los niños por bautizar, algunos de los neófitos, tenían de tres años para arriba (el bautizo era multitudinario, como de quince o veinte niños, aunque esto en España también se está poniendo de moda... cuando hay hijos, claro). Bien, ante nuestra sorpresa, W. que estaba con nosotros nos explicó que la implantación del catolicismo aquí es bastante reciente y que la formación religiosa no está tan extendida o tan arraigada como en España (es lo que ella decía, porque aquí los bautizan a los tres años pero en España muchas veces ni los bautizan). Bien, el caso es que como demostración de lo que decía nos comentó que incluso su abuelo era polígamo.

Lo de la poligamia en Kenia, y por lo visto en toda África, es algo bastante desconcertante. Uno podría pensar que los polígamos son paganos, pero por lo visto no es así, o no en todos los casos. También hay cristianos polígamos, hindúes polígamos y, por supuesto, musulmanes polígamos. Es algo que va con el sitio: se acepta de mejor o peor grado la poligamia como algo natural. Y según he visto, es consecuencia de tener la idea tribal tan viva y tan presente.

Según nos comentó M., el keniano con el que vive N., la catalana de la que os hablé más arriba, las costumbres tribales están a la orden del día. Y no sólo la poligamia: hay una costumbre que consiste en que el que tiene trabajo sostiene a los que no. Y eso nos puede parecer muy bonito, muy generoso y muy solidario (me espanta esta palabra), pero en realidad tiene un aspecto muy negativo. Estamos hablando de que en una familia con, por ejemplo, veinte adultos (no sólo padres e hijos, también tíos y primos), tres de ellos trabajan y sostienen a los demás. Pues según nos dijo M., insisto en que keniano, ese sustento provoca que el resto de los miembros familiares no haga nada. O viva a la sopa boba, que decimos en España. Ojo, aquí vivir a la sopa boba es tener algo que llevarse a la boca, pero ningún lujo ni capricho.

Pues, insistía M., ese es uno de los motivos por los que el país no sale adelante: que muchos viven del trabajo de pocos. Ya sé que os puede parecer escandaloso, con esa mentalidad occidental que nosotros tenemos, pero os cuento lo que nos dijo M.. Y supongo que él de Kenia sabrá más que nosotros, ¿no? Bien, también nos comentó que otro motivo de la pobreza nacional es la economía sumergida: el 70% de la actividad comercial es bajo mano. Economía sumergida provocada por la profunda y endémica corrupción política en Kenia: la gente no está dispuesta a pagar unos elevadísimos impuestos a cambio de nada.

Y el tercer y, según M., más importante motivo de la miseria es la falta de educación, la ausencia de enseñanza. Actualmente la escuela primaria es gratuita (aunque no llega a todos los habitantes de Kenia), pero la secundaria es carísima y hay poquísimas plazas universitarias. Es decir, muchos de los que tienen acceso a la enseñanza secundaria (que son un porcentaje mínimo de población) luego no pueden acceder a estudios superiores por falta de plazas. Según recuerdo, los datos eran que el acceso a la universidad lo aprobaban cada año 80.000 kenianos y sólo 10.000 podían ir a la universidad.

M. nos dijo que este deficiente sistema educativo provoca un círculo vicioso: una persona con capacidad no puede acceder a estudios superiores, por lo que se ve abocado a trabajos de bajísima categoría, en los que no cobra mucho y, por tanto, no tiene dinero para que sus hijos estudien. Y otra vez la misma historia con los hijos y los nietos, y sucesivamente. Y al círculo vicioso hay que sumar los familiares que no trabajan y la corrupción en el sistema educativo (hace muy poco el ministro de Educación fue acusado de meter en su buchaca no sé cuantísimos millones robados de los libros de primaria...).

Y saliendo de este tema tan triste y sin aparente solución (al menos a corto o medio plazo) nos pasó algo bastante curioso: hace una semana y pico se nos acercó una estudiante y nos dijo que el siguiente domingo (es decir, hace dos domingos) iban a organizar una fiesta de bienvenida... ¡para nosotros! La verdad es que nos sorprendió bastante y al preguntar a otros profesores nos dijeron que no, que nunca se había hecho nada por el estilo, que la relación entre profesores y alumnos fuera de clase era casi inexistente y se mostraron aun más extrañados que nosotros. Pero el caso es que fuimos.

En el campus de la Universidad hay unos hostels donde viven los alumnos (no todos, claro está: hay más o menos doscientos viviendo aquí) y allí, en uno de los dormitorios fue la fiesta. En el dormitorio en cuestión, bastante pequeño, nos esperaban ocho o diez estudiantes ¡y sólo uno de Kenia! (que además llegó tarde). Los había de Uganda, Ruanda, Tanzania, Etiopía y creo que Somalia (de esto último no estoy muy seguro). La verdad es que fue un rato muy agradable: estuvimos charlando cada cual de su país de origen, de sus intenciones, sus proyectos y todo eso.

Y, enlazando con el tema de las tribus, nos preguntaron si en España hay tribus. No. ¿Y desde cuándo no? Desde antes de Cristo. Podéis imaginaros: revuelo, caras de sorpresa, bocas abiertas y gestos de admiración. Pues bien, un ruandés nos explicó que en su país, después de las matanzas del 94, las tribus estaban prohibidas: todos ellos eran ruandeses, y ya no son ni hutus ni tutsis. Sinceramente creo que es un gran avance, aunque me parece bastante triste que se haya tenido que pasar por un genocidio para llegar a la conclusión de que las tribus son obsoletas. Pero así es África.

Sin embargo en Kenia el asunto de las tribus, como ya os he explicado, está a la orden del día. Ya no existen las tribus como nosotros las imaginaríamos (Toro Sentado y todo eso): no hay un jefe de tribu, ni un consejo tribal, ni siquiera una estructura social propia. Pero sigue habiendo algo creo que más peligroso: la raza (o la etnia, no sé lo que corresponde). Es decir, una condición insoslayable (uno nace donde nace y con la raza que nace, y eso no lo puede cambiar) que divide a la población en más de cuarenta tribus, y éstas en dos facciones principales: bantúes y nilo-camitas.

Pero tiene también su aspecto folclórico e inofensivo: los bailes. A. y W. nos llevaron al Ranger, un restaurante en la mismísima puerta del Parque Nacional de Nairobi que por la noche se convierte en discoteca, y allí estuvimos bailando. Por cierto, que los únicos mzungu en la pista de baile éramos Natalia y yo, pero creo que nos defendimos bastante bien. Pues bien, distintas canciones que a cualquier español le sonarían igual, ellos las reconocían enseguida como kikuyu o kamba o cualquier otra tribu, y a bailar que se ponían (los de la tribu correspondiente de manera más desaforada). Fue una experiencia bastante interesante y muy divertida.

Este último fin de semana Natalia se fue de reunión de trabajo al Lago Naivasha y, aprovechando los ratos de descanso, hizo como doscientas fotos (no es broma). Seleccionaremos las mejores y alguna las compartiremos con vosotros.

Y no tengo más que contar. Por el momento. Así que hasta la próxima, que espero que sea dentro de menos de dos semanas.

D.

3 comentarios:

Marc Roig Tió dijo...

Pues te has desquitado: ¡¡menudo rollo tienes!! Pero es muy interesante. Las ventanas también son así en Eldoret y sobre la educación superior, me suena que en Kenia sólo hay 7 universidades públicas para una población similar a la española (aunque con más jóvenes). Y no sólo eso; el paso a educación secundaria tiene una especie de selectividad en 6º. A más puntos, a mejor escuela secundaria puedes acceder, pero funciona por provincias y 350 puntos en Nairobi sirven de poco mientras que el mismo resultado en las zonas rurales te manda al estrellato.

Venga, ánimo con las siguientes entradas que seguro que cada día pasan cosas muy interesantes.

Maite C dijo...

Has tardado un poco en seguir contando aventuras, pero lo has compensado en extensión.
Curioso lo de las ventanas y las rejas.
Me encanta seguir este blog, y lo que vas descubriendo.

Sólo pienso sí realmente es seguro vivir en Kenia.

Mamá dijo...

Tambien en Santiago de Compostela las ventanas se abren hacia fuera. Pero sin rejas. Al menos en las casas antiguas, de las calles más céntricas.
Zota.