23 de febrero de 2010

Lago Naivasha

Para abrir boca


El pasado sábado nos fuimos de excursión (parece que son los sábados los días adjudicados para salir de visita turística) con J. y su amiga L. al lago Naivasha, en el valle del Rift, como a 90 kilómetros al noroeste de Nairobi. Esta vez no hay historias de matatus, con lo que nos gustan, porque fuimos en el coche de L.

Antes de nada unos apuntes de guía de turismo: el lago Naivasha es un lago dulce de unos 150km² con gran variedad de especies africanas y antiguo (y no tan antiguo) centro de veraneo. Y el valle del Rift es una enorme raja en África, provocada por los movimientos de placas hace tropecientos millones de años, que va desde Etiopía hasta Mozambique. Vamos, que de norte a sur atraviesa casi toda África.

Pues bien, el caso es que la ida la hicimos por la carretera alta, la que va por una de las crestas del valle del Rift. El paisaje se nos hizo bastante familiar: un denso bosque repleto de pinos y abetos pero, eso sí, con una alfombra de un verde intenso que hacía imposible imaginar que estábamos en Europa (eso y los kenianos en la carretera, claro). En los laterales de la carretera, algunas chozas, algunas cabras y vacas y un montón de burros atados con cara de infinita paciencia.

Un rato después, ya cercanos a la cumbre de la cresta, en el lateral correspondiente, hay varios grupos de tiendas de turistas, con artesanías y objetos típicos, y sobre todo unos miradores al valle impresionantes (la vista, no los miradores, claro). Desde allí puede verse el valle del Rift en todo su esplendor: desde un cortado ves un enorme escalón también terminado en pico que sirve de antesala a una enorme llanura de decenas de kilómetros y allí, al otro lado, una mole gigantesca que se llama monte Longonot (datos numéricos, tan fríos y feos: la carretera está a una altitud de algo más de 2.500 metros y el monte Longonot, volcán, tiene más de 2.700 metros de altitud. El valle, en cambio, está a 1.700).

Allí, en los miradores, hicimos un descanso. J. y L. habían traído una comida exquisita: chapati. Consiste en una especie de torta que, en este caso, estaba enrollada con taquitos de jamón dentro. Y algún otro ingrediente que no sabría deciros. Lo dicho: exquisito. (Curiosidad: ni un sólo bar. Al menos en el lugar donde paramos. Aún tienen que aprender de explotación turística. ¿Os animáis?).

Por fin llegamos a Naivasha (que, además del nombre del lago, es como se llama el pueblo de al lado. Y no sé si fue antes el huevo o la gallina ni quién ha tomado el nombre de quién). Después de unas gestiones de J., fuimos al Lake Naivasha Country Club, un hotel de aspecto colonial en la orilla del lago. Tiene un jardín el hotel precioso, con un enorme prado rodeado de un tupido bosque de acacias de corteza amarilla (llamadas de la fiebre amarilla, aún no sé por qué). En el centro del prado, unos matorrales gigantes repletos de flores rojas, naranjas, azules,... Atravesando el jardín, una vereda lleva entre los árboles hasta un templete de madera al que se llega por un puentecito también de madera. Y más allá, por fin, la orilla del lago. En la vereda hay dos carteles: uno prohíbe hacer picnic y otro que advierte de que por la noche es peligroso pasear por ahí por... ¡los hipopótamos! Los animales salen por la noche del agua y pastan en esa zona (nota: según dicen, el hipopótamo es el animal que más muertes de humanos causa en África. Y, atentos, ni siquiera es depredador sino un simple herbívoro. Pero más vale no tocar las narices al gordinflón).

El lago es una maravilla, una postal africana pero en vivo. Y allí estaban, delante de nosotros: unos ocho o diez hipopótamos chapoteando. Ocasión singular de sacar la cámara y esperar pacientemente para hacer una foto de una bocaza abierta. Y todo fue así menos la paciencia: son bastante exhibicionistas los hipopótamos y no paran de abrir sus fauces y mostrar esos enormes colmillos (que, digo yo, ¿para qué querrá un herbívoro colmillos de semejante tamaño?). Así que doscientas fotos de hipopótamos. Ya seleccionaré las mejores y os enseñaré alguna.

A la vuelta al hotel para tomarnos un café antes de emprender el viaje de regreso, ¡zas!, un mono en el tejado. Un mono verde, que así se llama la especie, en postura de Buda (también tenemos fotos del simio, y si os portáis bien os las enseñaremos). Más tarde descubrimos que era toda una familia y, vaya por Dios, que es la especie de mono más fácil de ver en Kenia. Pero, qué queréis que os diga, nos hizo ilusión el encuentro de sopetón.

La vuelta la hicimos por la carretera del valle y, aparte de lo majestuoso del paisaje, aquí tuvimos la experiencia triste de la jornada: vimos tres poblados, dos de casitas y otro de tiendas de campaña, que habitan gentes que se quedaron sin su casa en las revueltas de las elecciones de finales de 2007. Es decir, que llevan dos años metidos en unos slums miserables por las peleas tribales en política.

Un detalle del valle del Rift es que lo habitan los masai, al menos en esta zona, y no es infrecuente ver alguno con su rebaño de cabras o, especialmente, de vacas. Porque los masai se dedican principalmente, si no únicamente, a la ganadería. Pero, eso sí, vestidos con ropa normal y no con esos trajes pintorescos que, supongo, los reservarán para las ocasiones (fiestas propias o impresionar al turista de turno y cobrar por ello, que también a eso se dedican).

Así que fue un gran día, el primer contacto ¡por fin! con la fauna africana. Una pena que fuese sólo un rato, pero eso ya mejorará. Y desde aquí os lo contaré.

D.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Gracias por acercarnos Africa a España. Un saludo

Marc Roig Tió dijo...

Yo el lago Naivasha sólo lo he visto desde el matatu; envidia: la próxima vez me apunto a la excursión.

Sobre bares... lo curioso es que los suelen llamar "Hotel" y así te encuentras, a pie de carretera, hoteles que no tienen más de 10 metros cuadrados y sirven té y mandazis (si te atreves a entrar).

Anónimo dijo...

¡Qué interesante! Debe ser espectacular vivirlo en primera persona: como estar dentro de un documental... Gracias por contarlo.
MyP.

Anónimo dijo...

Hecho de menos más crónicas sobre la experiencia africana... Es muy interesante, no nos dejes con las ganas!. Zota.