3 de enero de 2010

2009-12-30 Segundo día en Nairobi

El 30 de diciembre nos levantamos tarde, el viaje de la víspera fue agotador, y fuimos en taxi a la Embajada de España, donde nos esperaba J.. Curiosidad: los taxis no tienen taxímetro y el precio de la carrera hay que negociarlo antes de comenzar el viaje. Si tienes suerte y un lugareño te echa una mano, como es nuestro caso con J., sientes cierta tranquilidad. Si no, siempre sientes que te están timando aunque sea un poquito. La carrera a la Universidad o a la ciudad cuesta desde 1200 a 2000 chelines keniatas (que por lo visto el gentilicio no es “keniata” sino “keniano”, pero nos gusta más el primero), o lo que es lo mismo, entre 13 y 22 euros. No es demasiado, deben ser 15 ó 20 kilómetros y entre media hora y tres cuartos, pero desde luego en absoluto es barato. Aunque luego averiguaremos que se puede conseguir ida y vuelta por el mismo precio.

Sin embargo, el transporte público alternativo, es decir, el colectivo, da un poco de reparo: cerca del centro hay autobuses urbanos muy viejitos que tienen una pinta casi normal y casi están limpios, pero en cuanto sales del centro el transporte colectivo lo forman infinidad de furgonetillas de entre 12 y 15 plazas que se llaman matatu. Los matatu son furgonetas viejas, sucias, pequeñas y con conductores que no sé muy bien si es que conducen magistralmente o que todos tienen sendos ángeles de la guarda saturados de trabajo. Es decir, algún accidente siempre ves, pero son muy leves. Dentro del transporte público por lo visto también hay carritos del estilo de los de Indonesia (no sé si con tracción mecánica o directamente las piernas del solícito transportista, aún no hemos visto ninguno), pero sólo funcionan en determinadas zonas del centro.

Pues bien, después de estar en la Embajada, que está en el edificio del Comercial Bank of África volvimos a ir a un supermercado. Éste al que fuimos pertenece a la misma cadena que el del día anterior (Nakumatt) y está en una especie de centro comercial caótico fuera del centro, aunque no de la ciudad. Allí comimos algo de lo que comen los paisanos: unos pasteles de hojaldre y carne y una especie de empanadilla triangular de verduras. Bastante rico todo, pero recordaba mucho a la comida china (otra vez los chinos). Más compras y volvimos a casa en taxi, que nos cobró sus 2000 chelines por tres o cuatro horas con nosotros y una propinilla que recibió encantado.

El tema de las propinas es, por lo que hemos visto, complejo. No deben ser muy habituales y en absoluto en la proporción en la que lo son en España con respecto al precio del servicio. Sin embargo todavía no tenemos muy claro si debemos dar ni cuánto. Creo que lo más prudente es no dar, pues en un país como Kenia, con un nivel de delincuencia bastante alto, podría ser peligroso ir dándoselas de rico.

Otra curiosidad es que en Nairobi no se puede fumar en la calle, o para ser más exactos, existen zonas en la calle para fumadores que no son sino unos ceniceros agrupados en mitad de una acera. Un poco absurdo. Sobre si esta prohibición se extiende a todos los locales todavía no lo sé, pero me temo que va a ser así. Ya os contaremos.

1 comentario:

María dijo...

¡Qué increíble la prohibición de fumar! ¿en plena calle?
¿No hay cosas más urgentes que regular en kenia?
Me parece muy interesante vuestro blog. No paréis de contar cosas.